Washington me recuerda a Rusia,
los niños con uniforme de corte militar, la cantidad de adultos con el uniforme
de guerra, las banderas, el sinfín de memoriales de muertos heroicos. América me lo pone fácil con los prejuicios: el que venga a hacer turismo
sin contactos locales se encontrará eso: poética de guerra y compras.
Bethlehem es el arquetipo de
ciudad decadente que un día fue el orgullo del país con su producción de acero
y ahora es una ciudad con aspecto de diva podrida, un Petrozavodsk o Metallostroi en versión Yankee y a lo grande. La fábrica de
acero es un complejo que se extiende a lo largo de 11 millas y de allí salieron
las vigas, tuercas y tornillos de los rascacielos de Nueva York, el Golden Gate
Bridge de San Francisco y el ferrocarril americano. La mayor factoría de acero del mundo después de la de Pittsburgh, también en Pennsylvania. Cuando en Bethlehem sonaba la sirena
entraban y salían ríos de portoriqueños, brasileños mezclados con los locales y sumaban hasta
40.000. Cuando a primeros de los '90 America dejó de comprar el acero de Bethlehem porque los
chinos vendían más barato la ciudad pasó de ser el orgullo de la nación a convertirse
en pueblo fantasma. Al complejo lo salvaron de la demolición y ahora hay un
casino lleno de máquinas tragaperras en el corazón mismo de la antigua fábrica.
Quisiera decir que es trágico pero las lucecitas y soniquetes con la bandera ondeando junto a la grua le dan un toque más bien melodramático. En las provincias al igual
que ocurría en Rusia se puede palpar el aburrimiento de la gente, quizás por
eso en Bethlehem hay muchas iglesias, sectas, congregaciones, hermandades y
centros espirituales de todas las clases. Las calles sin embargo son hogar de
un espíritu muy particular: lo grotesco.
Dos escenas cortas:
1)
Mujer gorda: ¡No corras!
Marido gordo (caminando a duras penas, un par de pasos por
delante): No estoy corriendo zorra
Mujer: (con odio y resentimiento): Sí que lo estás, hijo de
puta
2)
En una esquina del cruce donde estamos parados hay una mujer gorda, tan gorda
que da la impresión de que la cabeza se la haya reducido un jíbaro que pasaba por allí. Tiene
el pelo corto a lo militar lo cual ayuda a crear esa impresión de cabeza en
miniatura. Está en la esquina y mira al grupo con curiosidad, con extraña actividad reticular, sus ojos están muy vivos pero ausentes y
contrastan con el movimiento ondular y cadencioso del cuerpo. Me percato de su extraña presencia y se lo
susurro a Cecilie. Cuesta reconocer a una mujer en eso que por su movimiento vagamente recuerda a un
cuerpo humano. Nos mira aunque no estoy seguro de que nos vea. Cruza la calle
hasta nuestra esquina, sube por la perpendicular, unos pasitos. Luego baja.
Sube y baja sin rumbo ni intención. El instinto de vida sobrevive, poco más. Hay
tantos gordos(la palabra no hace justicia al tamaño) con pinta de locos que inevitablemente empieza uno por preguntarse si la depresión les llegó
antes de la gordura o como resultado de la misma. Los supermercados están
llenos de gente con cara de idiota, mejillas que se confunden con la papada y
rostros que delatan una sobredosis de tranquilizantes. Lejos de la imagen del obeso feliz estos son gordos que están jodidos y atiborrados a pastillas.
Deambulan por los pasillos con los brazos caídos, como inertes. A veces van más rápidos pero solo cuando
van sentados en esos vehículos mitad silla de ruedas mitad cesta de la compra.
Me dice Jill que sí, que hay decenas de programas entre series, realities, películas, concursos, dibujos y documentales que abordan en la ficción y la realidad el tema de la obesidad pero que Hollywood, por poner un ejemplo, trata el tema siempre con perversa benevolencia. Áma tu grasa, acéptala, gordito, no está tan mal.
También hay mendigos tremendos, gente que no tiene que para comer pero está gorda a morir.
Me dice Jill que sí, que hay decenas de programas entre series, realities, películas, concursos, dibujos y documentales que abordan en la ficción y la realidad el tema de la obesidad pero que Hollywood, por poner un ejemplo, trata el tema siempre con perversa benevolencia. Áma tu grasa, acéptala, gordito, no está tan mal.
También hay mendigos tremendos, gente que no tiene que para comer pero está gorda a morir.
probando
ReplyDeletePues eso, solo quería decir que me la juego con los Tadeusz Sendzimir Steelworks (otrora Vladimir Lenin Steelworks, http://youtu.be/gyszcaYpPB0)Nowa Huta, Cracovia. Eso sí, sin casino, ya solo acero oxidado...
ReplyDeleteSeguimos tu viaje con interés...
Corre
La gordura no deja de ser un cierto abandono a la suerte, que acaba derivando en la mala suerte, y los portadores se nos antojan simpáticos, alegres, bonachones, gente de otro tiempo en esta época de antipatía, oscuridad y malvados por las esquinas. Ellos lo saben, por eso las conversaciones destilan cierto odio y resentimiento como dices. Han sucumbido antes que otros, también le sucedió a Bethlehem y tras la caida, ruinas. Son las expresión de una sociedad enferma de abundancia.
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