Thursday 11 August 2011

Mónaco vertical

El centro es ruidoso y está lleno de turistas como cualquier centro de ciudad Europea. Cada vez me resulta más difícil entender esta costumbre de viajar a una gran ciudad. Ruido incesante y mareas de personas a las que la inercia arrastra sin mucho esfuerzo por entre los edificios históricos, las mismas cadenas de tiendas que encuentras en cualquier centro de ciudad, los mismos restaurantes clichosos, algún que otro busker (ahora más porque hay una convención europea de malabares), los de la cienciología, los abuelitos de la secta, y para más desconcierto varios puestos de venta de (in)utensilios de cocina para cortar las verduritas con formas geométricas. No duro ni media hora, me da dolor de cabeza. He venido para echarle un ojo a los que actúan en la calle, ver el tema licencias (ejem) y el espacio. Tengo ganas de practicar el ridículo, demasiada traducción últimamente. Empiezo a tomarme muy en serio otra vez. ¿A qué si no frases tan largas y tanta verborrea?

He estado pensando ultimamente, empleándome en uno de los pasatiempos más vanidosos y reconfortantes: la metáfora. He estado escalando un par de veces desde que llegué y debe de ser que estoy tan poco acostumbrado a hacer ejercicio que no he podido evitar meter la cabeza en los asuntos del cuerpo. Especialmente el primero de los dos días. Al terminar y mientras me acariciaba la barba de chiva miraba a los escaladores o más bien me fijaba en sus pelvis. En lo evidentemente necesario que es utilizar la pelvis en cualquier disciplina física.

Escalar, por otra parte, es cosa de gente práctica, o quizás sea que escalar te vuelve una persona práctica. Es una de esas cosas que te entrenan en la toma rápida de decisiones, en la supervivencia física. Y para eso hace falta meter la pelvis. Como en cualquier otro dominio. Solo que a veces, en otros dominios es difícil entender qué significa meter la pelvis, especialmente cuando lo que está en juego no es la seguridad o el equilibrio físico sino otro tipo de estabilidad. Y ocurre, al menos a mí me pasa, que en lugar de meter la pelvis, lo que hago es sacarla hacia atrás. Como por miedo. Lo cual normalmente tiene como consecuencia la pérdida de fuerza y de equilibrio.

También pensaba, a propósito de la escalada como metáfora para el viajero, en lo difícil que debe ser encontrar el equilibrio cuando uno está expuesto a tantos cambios diarios: de paisaje, de cama, idioma, lugar de trabajo, compañía. Lo que viajar tiene de parecido con la escalada es que al trepar por la pared vas encontrando pequeños escollos que te dan el apoyo suficiente para pasar al siguiente punto de agarre y así sucesivamente. Te proporcionan un equilibrio precario pero suficiente para continuar tu viaje: un espacio donde morar pero siempre con la pelvis en actitud activa.