Saturday 27 August 2011

Waiting for Irene

7.29 Kingsland Avenue. Brooklyn

Apenas hora y media para que llegue el huracán Irene, la peor tormenta en NYC de los últimos 50 años.

New York supera cualquier expectativa del viajero, esto es una ciudad moderna y el resto de ciudades son imitaciones de lo que ocurre en Manhattan. Lo digo sin conocimiento ninguno, con la poca distancia y experiencia de quien ayer visitó el mid town por primera vez. El recorrido comenzó en casa de Richard Platz y Alia Phibes, nuestros simpáticos huéspedes. Ella es de Nuevo Méjico y él de Atlanta (Georgia). Ambos se dedican a las artes gráficas y audiovisuales. Richard es amigo de mi ex compa de piso Alex y lo conocí de paso en Londres cuando volvía de Rusia. Es viajero y tiene un par de videos muy graciosos sobre sus experiencias en Rusia que espero poder colgar.

Como decía, salimos de casa y bajamos en dirección al down town Brooklyn. Por el camino nos encontramos a un ciclista de orígen portorriqueño muy gentil que viéndonos perdidos nos invitó a seguirlo hasta el puente de Brooklyn. Aceptamos y de paso nos hizo de guía por las zonas industriales que recorrimos, como el Brooklyn Navy Yard que es un astillero que a primeros de los '40 funcionaba las 24 horas para producir buques de guerra a razón de uno por semana.

Así, llegamos al puente y así lo cruzamos, ya sin el guía. De allí desembocamos en el down town, nos entretuvimos un rato con unos negratas hip hoperos y nos metimos en China Town. Lo cruzamos y al rato llegamos al teatro, que en realidad era una iglesia, en el cruce entre la 10 East y la 2ª Avenida. Allí vimos The Model, una pequeña producción sobre una pareja de neoyorquinos que se encuentran una modelo en la calle. La modelo es una especie de maniquí viviente, una persona hecha objeto o un objeto con rasgos y comportamientos humanos, no se sabe bien qué. La historia va de cómo esta pareja se obsesionan con lo que la modelo hace y lo guapa que es y lo bien que queda cuando hay visita, etc. Así hasta que un día la modelo aprende a girar el pomo de la puerta y se pira sin decir ni pío. También hay un autenticador de modelos. La idea era interesante pero la obra fue aburrida, ni funcionó la comedia ni tampoco el drama. Lo mejor fue al final cuando leyendo la descripción de la producción me enteré de que uno de los actores, el autenticador, era el director y productor de Hurlyburly que hacía su debut sobre las tablas.

De allí a la calle, al East Village: chicas guapas, tipos excéntricos, hispanos en las pizzerias, adolescentes gordas como hipopótamos, miles de taxis, mucho moderneo, mucho bar. La urbe en estado nocturno. Lo que me llamó la atención es la seguridad que se respira en la ciudad. Quizás no pasamos por las calles más dodgies pero desde luego echarse una partida de ajedrez a la una de la madrugada en un parque de Brooklyn y no percibir ni el más mínimo atisbo de chungueo fue una grata sorpresa. Después de un par de cervezas y de vencerme por partida doble a Nora le entraron ganas de salir de marcha, y a mí -para qué engañarnos- también. Preguntando llegamos a una zona de bares nocturnos y cachondeo pero sin pasaporte no nos dejaron entrar. Cogimos las bicis y nos volvimos a casa.

Aquí seguimos, queda una hora para el gran diluvio.