Tuesday 8 October 2013

Proyecto Gilgamesh - Notas I

Me he embarcado en una nueva aventura. Un nuevo proyecto que me produce esa sensación de que esto se me queda grande, de que es demasiado, de que no sé qué va a pasar. Vamos el vértigo y la inseguridad esa a la que soy tan adicto.

Como se trata de una 'residencia artística' y al final de la misma tendré que presentar una memoria he decidido no perder el tiempo e ir recogiendo desde ya impresiones sobre el proyecto. Como el otro blog es público y me puede el prejuicio de que quien lo visite querrá ver que todo está bajo control, este será un espacio en el que ir volcando mis impresiones, mis incertidumbres, descubrimientos y otros sentimientos inesperados.

Empezamos:

 [Un poco de contexto: Proyecto Gilgamesh es una residencia con la que pretendo explorar el arte de la dirección escénica]

Rumiando sobre el oficio de director me preguntaba que cuál es la diferencia entre dirigir y controlar. Llegué el domingo a la conclusión de que aunque en la dirección hay un elemento de control también puede haber (debe haber) un elemento de guía, de acompañamiento. Presiento que esa tensión entre ejercer un control y al mismo tiempo acompañar, es la madre  del cordero. El famoso tira y afloja. Presiento también que este tarea doble: por una parte ayudar a los actores a que encuentren cosas que por sí mismos no encontrarían;  y por otra, dar forma a una visión personal, puede ser una buena forma de aceptar el hecho de que la vida es a menudo contradictoria. El otro día leía una review muy interesante sobre Les Naufrages du Fol Espoir del Téâtre du Soleil en el que hablan sobre óomo la compañía abordaba en esta obra sus propios conflictos internos.

Hoy ha sido la primera sesión. Confesiones: estaba muy nervioso los días antes. ¿Hace falta que lo diga? Me dió un tirón el cuello el domingo después de bañarme en el mar. Tenía miedos sobre sí el trabajo iba a resultarles interesante a los que se han interesado en el proyecto o si por el contrario resultaría aburridísimo y tendría que abandonar el país y cambiarme de nombre. Tan grande es mi amor por el drama.

Hoy hemos realizado ejercicios muy básicos, mi idea es comenzar el trabajo desde la base: un cuerpo en el espacio. Hemos trabajado sobre cómo crear un 'texto del espacio': cómo darle vida y llenar de significado el espacio vacío entre los cuerpos. Uno de mis presentimientos es que el espacio cobra vida cuando hay relación visible entre el movimiento de los cuerpos. A empuja el espacio y B retrocede empujado por el espacio. Hemos trabajado con precisión para eso, para crear espacios realmentes vivos, tangibles, llenos de 'substancia'. Lo hemos hecho partiendo de dos principios: no hay prisa, no tiene que ser complicado.

Al volver a casa le contaba a Nora cómo me había resultado la sesión y cómo me había sentido, que tras vencer una cierta resistencia inicial poco a poco he encontrado una buena comunicación con ellos. Que me he visto sincero en el trato y que creo que no he forzado mucho las cosas.

Ella me ha respondido que pasa lo mismo en las relaciones interpersonales como con el trabajo de escenario, que no es más que una extensión de la vida. Es decir que hay que cubrir esa distancia entre las personas o llenar de significado esa relación [en este caso] actor/director y eso lleva un poco de tiempo, se hace lentamente, empujando pero también dejándose empujar y reaccionando/escuchando, .
Ha sido una buena lección. Vamos poco a poco, escuchándonos y creando relaciones vivas, llenas de significado.

Tuesday 13 August 2013

Again Rumkowski

Dear A.

I'm writing to you because last night I saw the film Hanna Arendt and I obviously thought of you. It focusses on the whole chapter of the Einchmann trial and Arendt's subsequent book Einchmann in Jerusalem. Of her two main points, on the one hand the idea of the banality of evil, and on the other the complicity of the Judenrat, I'm most interested in the second. If you remember, my trip to Poland last year took me to Lodz, a city which held the second biggest Guetto in all occupied territories (after Warsaw). The city is still today a tough place, with most buildings in a state of calamity and a generally depressing mood. There I came about the figure of Chaim Rumkowski, head of Lodz Judenrat, and I wrote about it. it's in Spanish though.
Rumkowski is one of the most striking characters of Lodz guetto's History because he became a totalitarian dictator drunk with power in his own cage, with the power to decide on the overall live of the guetto and the lives of it's dwellers. He also committed abuses personally against women and kids. But probably because his story is so extreme it is a good one to examine the conflict that Arendt posed: how can we judge the complicity of the Jews who collaborated with the enemy. Those who defend Rumkowski's role do it on the grounds that he prolongued the life of the guetto for two years  and saved some thousands of lives. 

The head of the Judenrat in Warsaw killed himself when he was ordered to deport people to the concentration camps. Rumkowski on the other hand, asked the families of the guetto to give up their children and sent them to the gas chambers reasoning that 'limbs had to be cut off so that the body (the rest of guetto) could live on'. 

In her book Harendt put her finger on this issue, not only on Ramkowski but all Judenrats. And that did not go down well with the Jewish community who felt she was criminalizing the Jews more than their murderers, the nazis.

Towards the end of the movie there is a scene where we see the philosopher having to defend her theories in front of a difficult audience, her students -the majority of whom support her- and the rest of her fellow scholars and friends who are furious about her ideas. In this grand finale kind of scene she makes an challenging remark: had the Elders of the Judenrat not collaborated with their assassins, millions of live could have been saved. She opens for discussion the possibility of an intermediate solution that could have been morally sound, and would have lied somewhere between resisting -which was not a possibility- and collaborating which is morally dubious.

I'm most interested in this idea. Rumkowski and the rest were like those tragic heroes who must face an impossible riddle from which they can only leave defeated. They could only do it wrong, life and beauty was not a possibility. That is tragedy in a dramatic sense, a situation where a hero can only choose between bad and worse. My first impulse is to align with the decision taken by the chief of the Judenrat in Warsaw who saw no point in surviving in such miserable conditions. His solid moral principles prevented him from becoming an instrument of brutality and sending people to certain death. Rumkowski's choice is difficult to understand and come to terms with and probably that's why it is more interesting. What made him accept collaborating in such henious acts against his own people? Was it his instinct of survive at all costs or did he really do it because once he accepted resisting was not a possibility, he decided to embark on a journey through hell for the purpose of prolonging life in the guetto (and his life) and giving a chance to live at least to some? In this process he became a monster, that was the price he had to pay to live a little longer (he died in Auschwizt) and help others survive. 

Arendt's questions however remains: what else could he have done?


Sunday 11 August 2013

To be or not to be

Ser o no ser, ésa es la cuestión. ¿Cuál es más digna acción del ánimo, sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta, u oponer los brazos a este torrente de calamidades, y darlas fin con atrevida resistencia? 

W. Shakespeare


El asunto de la responsabilidad en el Sur con el que ando dando la paliza a todo el mundo. Yo sé que está feo criticar a la tribu y que uno corre el riesgo de que lo señalen, lo despellejen y lo dejen fuera del corro. Pero la verdad es que no me considero parte de una tribu así que continuemos. Sé que si bien a veces, muchas, deseamos el reconocimiento y el sentido de pertenencia a algún grupo, no puede ser a costa de pagar con la propia individualidad. Esa forma antigua de pertenecer, como el que pertenece a una religión o milita en las filas de un partido político, en definitiva, ese pertenecer a cualquier organización cuya fuerza depende del número de acólitos, no es según Fromm pertenencia sino dependencia ya que se sustenta en el intercambio de abrigo y seguridad por libertad. Lo otro, lo deseable es una pertenencia que no se paga con la libertad, es decir, una en la que uno puede ser como es.

Voy a contar de Murcia y de mi experiencia en esta última etapa en la ciudad.

Hay mil razones hermosas por las que ahora vivo en Murcia y quizás debería empezar por enumerar las virtudes de sus ciudadanos que no son pocas, ni menos que en otros lugares. Dejo esto para otros momentos de inspiración poética, hoy ponen Hamlet, el príncipe tarado y me voy a ocupar del lado trágico: la extraordinaria capacidad que tienen las gentes murcianas para la informalidad. Donde dije digo digo Diego o directamente no digo nada. Aquellos que estén pensando en visitar la ciudad no deben alarmarse: no todas las personas son iguales. Yo voy a hablar del tópico, del mito del hombre irresponsable del Sur y sobre todo voy a ocuparme de mi particular experiencia. Todos tenemos puntos débiles y cosas que nos joden. Incluso hay quien elabora rankings: lo que más me jode de... Mi punto débil es la impuntualidad. Que esos cabrones (con mucho cariño) decidan, aunque sea a un nivel de consciencia muy underground,  qué hago yo con mi tiempo. Sí, en la espera interminable se fraguan animadas hogueras y más vale que no sople el viento de Levante.

Realmente no sé si es la perspectiva de haber viajado. Creo que viajar te ayuda, normalmente a la fuerza, a comprender al otro y ponerte en su lugar. Se desarrolla la empatía. Pero es verdad que hay personas que no han viajado jamás a la Gran Bretaña y sin embargo son puntuales. Y viceversa.

Disclaimer: estamos de tópicos, generalizando. Todo lo que usted está leyendo no vale para nada si quiere saber cómo son los murcianos. Si quiere saberlo viaje a Murcia.

Cuando uno habla de tópicos se ocupa de costumbres o hábitos. Por tanto diríamos que esa actitud laxa con respecto a la formalidad es fruto de una tradición consumada, una actitud trasmitida de generación en generación y que se remonta dios sabe a cuándo. La teoría de Schmitt al respecto es que la responsabilidad está ligada a la confianza, condición necesaria para emprender cualquier proyecto común. En todos sitios cuecen habas, afirma, pero quizás las condiciones climáticas -más ásperas según nos acercamos al Polo Norte, fuerzan a los individuos a tener que colaborar más entre ellos en el Norte que en el Sur. Necesitan confiar los unos en los otros. La naturaleza les obliga a poner más énfasis en la importancia de cumplir lo pactado. En el Sur siempre habrá un higo al que agarrarse, en el norte pasan el verano como hormigas guardando para el invierno. En el sur se puede sobrevivir en verano y en invierno. Puede uno relajar el largo plazo. Es lo que yo llamo el Perverso Poder del Ahora. El poder del ahora es la capacidad para actuar de manera espontánea, con una mente clara y liberada de esquemas mentales que impiden un contacto fresco e íntimo con la experiencia. El perverso poder del ahora es la capacidad para actuar en modo chill out 24/7 y liberados de responsabilidades.

Ahora bien, para mí la cuestión más inquietante de todas es si cada vez que se manifiesta el mito y los infiernos me corren por las venas es por choque de opuestos -es decir, que yo soy una persona extraordinariamente responsable- o si es que en realidad me estoy espejeando en la otra persona y ese reflejo me recuerda demasiado a mí mismo. La verdad es que prefiero creer esta segunda hipótesis porque así celebro la posibilidad de superar esta situación trágica y de desesperanza profunda. Es decir, que prefiero pensar que tengo un super ego de grueso tamaño y que lo puedo poner a dieta. Que puedo aprender a fluir aunque sea en el barro y dejar que la vida sea vida y no ilusión.

¿O no?

Ser murciano o no ser murciano, esa es la cuestión.

Tuesday 2 July 2013

Ejercicio de Ficción - El Huerto (II)



No es que pretendiese aleccionar al joven ladrón de higos sino que la idea de abandonar el cochecito  bocarriba le resultaba inapropiada. No quería tener que volver de madrugada, insomne y en calzoncillos, a recuperar aquel juguete así que se lo echó al bolsillo. Entonces se quedó pensativo unos instantes, sacó la mano del bolsillo aún con el coche y lo dejó donde lo había encontrado, bocarriba. A continuación rodeó el huerto hasta la puerta de entrada.
Abrió el candado sin dificultad, entró y se refugió del sol bajo el pino carrasco que daba la bienvenida a aquel terreno de apenas media tahúlla de extesión. Se quedó a la sombra unos instantes contemplando su pedazo de tierra, su única propiedad. El huerto rebosaba vida. Las lluvias de aquella primavera, más abundantes de lo común, y un verano más clemente que otros años daban al huerto un aspecto de salud inmejorable. Las ramas del níspero se doblaban con el peso de los frutos, las de la higuera lucían unos pámpanos enormes y lustrosos. Las flores del jazminero impregnaban de sensualidad aquel terreno basto. Su delgadez y la precariedad con que pendían del arbusto equilibraban a la perfección la contundencia con que se agarraban a la tierra los árboles frutales.

Su padre había tenido razón aquel día que trajeron el pino de la sierra de Albacete. Un día este será el lugar más fresco del huerto. Con apenas 5 años y bajo el calor desmedido de verano le había parecido del todo improbable que algún día se pudiera asociar la palabra fresco con aquel palmo de terreno precisamente. Aunque le picase la piel, él había aprendido a refugiarse del calor de la siesta bajo la higuera, allí tenía todo un ejército de indios y vaqueros que convivían en las ramas, héroes del Oeste americano que habían escapado a ciertas fuerzas del mal y vivían ocultos en aquellos árboles gigantes urdiendo planes para sabotear al enemigo y hacerse de nuevo con algún botín. El problema con los anillos y otras joyas, le había confesado su padre al oído con gran complicidad, es que son demasiado pequeños e inútiles para el valor que generalmente les damos los mayores, por eso no es raro que acaben por perderse. Este árbolito en cambio, aunque ahora te parezca pequeño, crecerá hasta hacerse más alto que la casa, y te aseguro que algo así de grande es imposible que se pierda.

Sonó su teléfono, era la chica de la agencia, quería confirmar si estaría en casa hasta las 7. Los alemanes, decía, la familia que tanto interés había mostrado en la propiedad había tenido problemas en la carretera a la altura de Alicante y llegarían con retraso. Menudo contratiempo don Ernesto, la señorita se hacía cargo de que era viernes y probablemente don Ernesto tuviera planes el fin de semana. Pero están tan interesados, es una oportunidad que no podemos perder. Sí, claro Mari Luz, sin problemas, les espero al fresco bajo el pino. Qué gracioso es usted, don Ernesto. Me hago cargo de que debe de ser difícil desprenderse de la casa de su familia, pero usted solo no puede hacerse cargo de una casa tan grande, y es una pena, ya sabe, la humedad hace que las casas se pongan viejas, al final esas casas, si no las cuidas... el día menos pensado se te viene el techo abajo.
Pensó que gracias a personas como Mari Luz, personas que se hacen cargo de las casas -y aun de las causas ajenas, determinadas estructuras puede mantenerse en pié, incluso si se trata de una casa de gran antigüedad o la memoria de una familia, castigadas ambas por las humedades y el peso implacable del tiempo. Pensó con cierto alivio que quizás él no había venido al mundo para soportar esos pesos y que hacía bien en desprenderse de la casa y el huerto de un golpe.
Colgó, levantó la mirada del suelo y se quedó contemplando aquel lugar, el sol aún caía con fuerza y hacía brillar las hojas de los árboles. Le pareció que no debía de haber árboles más hermosos en toda la tierra. Para no dejarse arrebatar el ánimo por la nostalgia se dijo que solo alguien que lo tiene todo puede desprenderse de las cosas más hermosas. Solo él y el que habiéndolo perdido todo una vez ya no desea tener nada.

Monday 1 July 2013

Ejercicios de ficción - El huerto (I)



Se acercó con paso indeciso al huerto y se detuvo a contemplarlo desde fuera. La verja estaba vencida, no tanto por el paso de los años como por el peso de todos los chavales que tantas veces se habían colado a robar higos aprovechando que ese rincón, protegido en verano por el manto de la morera, era el menos visible desde la casa. Inspeccionó la zona de forma minuciosa e indiferente tratando de imaginar con exactitud forense dónde apoyarían pies y manos para entrar con mayor facilidad y evitar engancharse la ropa. Miró al suelo y se agachó para recoger un cochecito de juguete que había sobre el barro. Debía de haberse caído de los bolsillos de alguno de los chicos. En cuclillas se quedó observando la escena, un deportivo de un brillante color rojo carmín yacía boca arriba. Se imaginó no sin compasión al dueño del coche y como lo habría echado en falta al meterse la mano en el bolsillo ya de vuelta en su habitación y con el estómago lleno de higos. Se percató de que así funcionaban las personas en el gran mercado en tránsito que es la vida - sacrificando objetos y personas que vienen y luego se van a cambio de otras necesidades más urgentes. Se acordó de su propia infancia y algunas de las primeras cosas a las que tuvo que decir adiós sin todavía llegar a entender por qué. Sintió en todo el cuerpo el sabor excesivamente amargo de aquellas primeras pérdidas. El aguijonazo profundo y efímero que marca el instante preciso en que uno comprende que ha perdido algo para siempre y el meneo embriagador que viene a continuación y se prolonga a lo largo de los días. Como aquella ocasión en que su oso de peluche azul, su preferido, desapareció durante semanas para luego volver a aparecer de manera inexplicable en un armario en el que lo había buscado cien veces. Aquel suceso incomprensible. Ahora fantaseaba con la idea de que sus padres hubieran manufacturado aquel misterio como rito de pasaje a dos grandes temas de la vida: la pérdida y la esperanza de lo imposible. La primera pérdida que recuerda, la primera vez que algo se fue de verdad para no volver fue junto al mar. Estaba a punto de cumplir 5 años. Comenzaba a tener conciencia del amor por su madre y de la necesidad de mantener una alianza afectiva fuerte así que decidió hacerle un regalo. Decidió encontrar una concha del tamaño exacto para guardar la alianza de bodas de su madre. A ella no le gustaba bañarse con el anillo y cuando iba a la playa siempre lo dejaba en la bolsa de lona. Cogió la alianza aprovechando que la madre se había acercado a hablar con una conocida un par de sombrillas playa abajo, y se fue a la orilla a consumar su plan. En un despiste la alianza cayó de su mano, vino una ola y se la llevo para siempre. Con los nervios intentó escarbar en la arena pero eso solo empeoró las cosas y con el agua turbia ya no hubo manera de recuperar el anillo. El mar se la había arrebatado de sus mismísimas manos. Al llegar a casa le cayó una buena. A la mañana siguiente todavía le dolían los golpes pero aquel último recuerdo de la alianza resbalando de su mano para desaparecer en el mar le estuvo escociendo todo el verano, y la rabia delirante en el rostro de su madre aquella tarde mientras le gritaba y le zarandeaba por la habitación ya no la olvidaría jamás. La voz sosegada del padre en la habitación contigua tratando de calmar a su esposa, convenciéndola de que tampoco tenía tanta importancia, que aquello tan solo era un objeto, que por favor no gastase tantas fuerzas en descifrar oscuros presagios en aquel incidente banal, tampoco le sirvió para apaciguar su honda sensación de culpa.

Thursday 25 April 2013

Naturaleza náufraga


Se escuchan apenas unos ruiditos, un crujir ausente de maderas. El resto es silencio seco. Silencio de esos que flotan suspendidos en las casas grandes. Silencio que cuelga de habitaciones deshabitadas y vigila pasillos por los que transita ya casi nadie. Esa casa contiene en su cerrazón un torrente de recuerdos impacientes por respirar el aire fresco de la primavera. Memorias resignadas por no poder morir al fin con sus legítimos poseedores, naufragos serviles que sobreviven enajenados a las muertes de sus amos.

En este instante elástico y prolongado se van posando como parásitos sobre las cosas. Objetivamente se diría que se han transfigurado en pedazos de vida sin uso. Objetos condenados a soportarse los unos a los otros, en silencio obligado. Sus mejores presagios coinciden en un pensamiento: un día -se dicen- llegará alguien con buenas intenciones a reventar la casa sin contemplaciones. A abrir armarios y cajones y meterlo todo en bolsas de plástico, todas iguales. Sin pararse a urdir categorías de utilidad o belleza para estos restos.

Sin embargo, quizás sí venga un alma piadosa y afectada le eche una oración antes de cruzar el umbral. Y tal vez, por puro capricho de la melancolía, su imaginación se detenga una tarde entera a acompañar a los trastos. Y recorrerá ensimismada esos pasillos especulando con la vida de los muertos. Ajena a su destino. No, no es probable tanta ociosidad más allá de esta ficción. Pero si eso ocurriera, la plancha de hierro y y el cinturón de alguna prenda antigua (¿una gabardina?) no le tendrían la menor lástima. Lo asesinarían allí mismo, en silencio.

Lo más probable, no obstante, es que venga alguien sin remilgos y lo eche todo en un camión. En menos de lo que te piensas está distribuida la mandanga. Y si te he visto no me acuerdo.

En realidad da igual lo que ocurra después, poco importa que el cazo sí lo aprovechen en otra casa y que las botas acaben en una planta de reciclaje. Es cuestión de tiempo. Ha de llegar el día en que esos recuerdos se vuelvan a cruzar en algún rincón del tiempo. Se verán distintos, quizás menos viejos, y se reconocerán. Atomos encontrados, bailando el uno frente al otro en el centro de una gran bola de magma en la otra esquina del universo. Sin lamentar la ausencia ya superada, se regocijan de su suerte. Crepitan susurros.