Friday 12 December 2014

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Como estar esperando a que caiga polvo estelar de un cometa aberrante, desviado. Acumular posos milagrosos que quedan de los días, de miradas que son puro potencial. Pupilas en las que proyectar todas las noches en vela; restos de satisfacción mutada en necesidad de conformar una imagen, de cristalizar un momento en que ser feliz aunque no te des cuenta.

Desvelo de cama puntuado con palpitaciones recién reconocidas. Desvelo interrumpido por horas demasiadas en las que justificar tiempo abundante con encuentros vanos que apenas sostienen las agujas.
Abrir puertas y dejar que entre el flujo opaco que recorre los días del ansia. El ansia como juego inesperado. La ilusión de ser, entretenerse en relatos inventados sobre la marcha. Desvaríos inconsistentes que desaparecerán sin la nostalgia de manual. Como libros quemados antes de que nadie los escriba.
Los meses previos a una gran guerra, volver a entregarse al enigma de las preocupaciones materiales, reducir el campo, equilibrismo de patera.

Borrar lo que uno escribe antes de que alguien lo lea, ese imperceptible pudor que queda para uno. El rubor hacia sí mismo, sorprenderte volviendo a los patios frecuentados y repudiarte por hacerlo. O bien escribir hacia adelante y despejar las dudas como hacen los gobiernos, sin mucha convicción, de pura vergüenza. El sentido opresivo de que se obedece a una voz mayor, una voz hegeliana que observa y corrige, que depura sin desprecio ni remilgos, con puro estatus.
Explicarse continuamente a uno mismo, saber que ese no es el camino hegeliano.
Lanzar nombres que den respeto.

Escribir para un lector imaginario en un país frío. Escribir para alguien que no conoces pero que visita tus impurezas desde un cottage nórdico, o por lo menos de Ikea. De soltar las reglas. Las reglas de soltar. Ingeniar una voz que despierte una esperanza en algún sitio, poner tornillos al tran tran y rezar un par de ave marías. Algo por lo que valga la pena soltar 300 segundos.  Auto referencia del autor. La Idea buscando expresión.

La fe de creer que la gente es buena por naturaleza me parece que vale más la pena. 'Merecer la pena' como estándar de medida, cultura del esfuerzo y la utilidad.

Anton Adasinsky se aisla del mundo de los hombres a los que afirma amar. Amar desde la distancia. Amar de forma ideal y sin contacto. Amar como idea. Construir un retablo que exprese el amor es algo que no se puede hacer entre los hombres y las mujeres. Alejarse.
Yo no sé huir de los halagos. A mí me conmueven, y de vez en cuando lo admito en público. Hago de los halagos mi chocolate. Me descubro preguntando '¿entonces te gustó?' justo después de que lo hayan dicho. Necesidad de repetición. En la reproducción está el gusto.

Encallar en un sentimiento que por efímero nunca es suficiente. Intentar seducir al rara avis del amor para que se aproxime y repose un rato a tu lado. No consta en los anales un tiempo tal que dure tanto que puedas agarrarte a él. Está prohibido. El amor intangible. Carece de tacto, no lo tienen en terciopelo. Por eso hay que navegar a ciegas, maniatado y amordazado, escuchar a las sirenas cantar y comprobar como aleja el viento los cantos. Abordar la acción como renuncia de ser y tener. Entregarse a los contratiempos y al espejismo del fracaso como la fuente última de riqueza, recóndita y secreta.