Monday, 13 August 2012

De Oeste a Este

Berlín. Salida por la puerta de atrás. Multa de 40 pavos en la última estación de mi último trayecto en la ciudad. Consecuencia: llego 20 minutos tarde al coche compartido que nos llevará a Polonia. Los pillo por los pelos. Asumo la regañina. Hoy sí, siento que el traje de español cosmopolita se me ciñe a la carne con una naturalidad inusual. El viaje bien si no es porque de mi boca solo salen impertinencias y chistes fuera de tiempo. No es mi día. Aun así decido no callar y explorar los límites de la paciencia ajena. A las dos horas la frontera, una larga y evocadora recta completamente despejada. A los lados los edificios que nos hablan otros tiempos.

Si de viaje te has quedado dormido en Alemania y cruzas la frontera, Polonia te despierta. Unos 20, quizás 40 kilómetros de pista sin arreglar que dan la bienvenida al viajero a golpe de bache. boing boing boing.

Wroclaw. Llegar, descargar, sacar a cenar a mi hospitality host y a la cama pronto. Tres semanas de Berlín y André dan para mucho. Las de esta noche han sido las últimas cervezas en unos cuantos días, me digo.

Despertar. Traducir como solo Translatinator sabe hacerlo. 3500 palabras en dos horas. Sandwich, mapa y a por Grotowsky.

Lo que yo sabía antes de llegar: que fue un renovador de la práctica teatral y actoral del siglo XX. Que buscó un teatro llamado pobre, liberado de todo accesorio. Esencial. Reduciendo al mínimo la iluminación, la música, la utilería, el decorado... Que la forma de entrenar era bruta. Que imponía a sus actores una disciplina espartana rallando lo masoquista. Que fue el maestro de Eugenio Barba, director del Odin Teatret, quien a su vez fue maestro de Ricardo Iniesta, director de Atalaya. Que colaboró con Thomasz Rodowicz, fundador de Chorea y director artístico de Retro/Per/Sectywy (el festival de teatro que tiene lugar en Lodz y es, sin duda, uno de los momentos cumbre del verano).

Hoy me he acercado al Institut Im. Jerzego Grotowskiego a intentar penetrar un poco en el misterio que rodea a esta figura. Digo misterio no solo por mi desconocimiento de la causa. Grotowsky, entendió el entrenamiento actoral como una práctica de liberación de las limitaciones del actor como ser humano. Los ejercicios estaban ahí para detectar resistencias y bloqueos y trabajar sobre ello. Quería desarrollar un método científico y a ello destinó sus años de investigación en el Laboratorio de Teatro Polaco en Wroclaw. Sus actores lo abandonaban todo y se entregaban a una práctica donde el único material de trabajo era el cuerpo y, por ende, el ser humano en su totalidad. Trabajan de manera exhaustiva y en sus representaciones, que asemejaban extrañas liturgias y rituales, el público no superaba las 30 personas. El de Grotowsky era un teatro Sagrado que muchos no entendieron y aún hoy es difícil de clasificar.

Al llegar al archivo te abre un señor gigante con larguísima barba blanca y largos cabellos que parten de la parte trasera de la cabeza. Bajo la parte frontal de la misma, ahora ya calva, hay dos ojillos tímidos y una gran narizota redonda e hinchada. Parece un duende gigante. Me recibe con cierta prisa pero muy atento me lleva al archivo y me propone que vea un vídeo de Akropolis la obra de Wispianski, dramaturgo polaco nacido en el s.XIX y muerto a primeros del XX. Para este dramaturgo la obra era una forma de interrogar al público sobre los valores de la cultura occidental. Grotowsky situó la acción dramática en Auschwitz.

El vídeo es antiguo, está en blanco, negro y polaco así que me digo que en cuanto dé la primera cabezada la cambio. No quiero parecer un turista pero tampoco me voy a zampar la obra entera. De la obra Peter Brook dice que cuando la vio representar creyó estar en una misa negra y ser testigo de algo tan invisible y inasible como el mismísimo Mal. La cabezada tarda en llegar 12 minutos. El duende está atento y presto viene hacia mí. ¿Qué más? ¿Entrevistas? De este año, del otro. No sé hombre, lo que usted diga. Finalmente acepto con humildad mi condición de turista. El duende, hombre compasivo me cuenta con entusiasmo. Me dice que está en inglés y francés y ahí que me pone el vídeo.

Grotowsky entrevistado en América, año 69. Joven, rellenico, de traje y estética mod, gafas oscuras y un fumar compulsivo. Hay algo en él de excesivo. Quizás sea la juventud. Quizás sea la autoridad y el conocimiento con los que habla. Tiene un pelín pinta de niñato pero no hay que dejarse engañar por las apariencias ni perder de vista que con su grupo de actores pobres en un pueblo de Polonia revolucionó la forma de entender la práctica actoral y sigue siendo referencia para miles de actores y compañías en todo el mundo.

Al salir compro dos libros, uno en el que Peter Brook repasa formas de ensayar con Stanislavsky, Brecht y Grotowsky y otro que se llama Peter Brook with Grotowsky.
Brook habla desde la perspectiva del occidental y eso se agradece. Dice no tener la sabiduría para comprender por completo el misterio de la liturgia de Grotowsky. Sin embargo admira la visión de un hombre que pensó en el teatro como mero vehículo para el desarrollo del potencial humano.
Brook cuenta que la profundización en sus investigaciones llevo a Grotowsky al final de su práctica a prescindir por completo del público. El final del actor grotowskiano es el momento en que liberado ya de todo lo accesorio y lo que le impide ser humano, abandona también él el teatro y se encamina a vivir plenamente su propio drama humano.

Para Grotowsky, el actor es un martir con el que el espectador no puede pretender identificarse. Solo puede ser testigo sobrecogido  del coraje de un héroe y del sacrificio que se le ofrece como regalo (Brook dixit). Por otro lado el enfoque del director británico fue siempre el de ir al encuentro del espectador, cogerlo de la mano y embarcarse en una exploración conjunta. Su misión teatral ha sido siempre la de contar historias por medio de un grupo que fuera un contador de historias con muchas cabezas.

Brook admiró profundamente a Grotowsky y las páginas rebosan curiosidad, admiración, gratitud y amistad. Para mí es una buena manera de prepararme antes de llegar a Lodz.

Hablando de liturgia y del Este dice Brook:

"Ellos entienden el misterio, nosotros por supuesto, no. Nosotros nos quedamos en los márgenes, se nos permite llegar hasta ahí, mientras que el misterio tiene lugar porque sí. Y no se nos trata con desdén pero tampoco se nos da la bienvenida con una palmadita en la espalda. Está ahí, nosotros estamos ahí y podemos establecer la unión, o no".


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