Dos días con lágrimas asomando, fuck yeah, la primera vez en
varios años. Sufres de estreñimiento emocional, todo menos fucking libertad
sentimental, te provoca nauseas todo el decorado, todo está edulcorado,
doctorado.
Con la sensación de huir del afecto y de arrastrarte por él
al mismo tiempo. Necesidad afectiva brutal y desdén desorbitado, mundial. Yo mí
me con porno. El paraíso: este bloqueo afectivo, la tentación de cagarte en dios
a los cuatro vientos, de cagarte en tu propia vida ajena, en todas las expectativas que te colgaron. Que te colgaste. Que yacen podridas al pié del árbol del bien y del mal. Todas las mentiras. Aquellas
en las que nunca has creído. La felicidad de las tardes de compras en el Corte
Inglés, empujar el carrito por el Tontódromo, el amor ciego al trabajo. Y las que sí: La satisfacción profesional, la plenitud personal. La posibilidad de realizar tus sueños. El bálsamo de la cultura y
una mierda. La paz en domingo y la pareja y una mierda.
La desconfianza caníbal y la podredumbre del pueblo que
somos todos. La sociedad, desconfianza. El gremio, desconfianza. La familia,
desconfianza. La pareja, desconfianza. Tú, desconfianza. Tu única confianza, en
la desconfianza.
El paraíso, dulce mentira: que todo está bien. Estreñimiento
emocional: se te fríe el cerebro porque aprendiste a no llorar. Desaprender la
basura o que te estalle la puta cabeza. Cagarte en todo con satisfacción. Hay que decir más hijo de puta. Cagarte en todo con alegría. Cagarte
en facebook y en las vomitivas redes sociales que alimentan esta versión
estéril de la vida, afectada, happy. No te gusta. Te disgusta. Te angustia. Te
fríe el cerebro. Descargas eléctricas en el cerebro, quemaduras de las que
dejan huella.
Eres torpe para la vida en pareja. Torpe para el contacto
humano. Sudas de solo pensarlo. ¿Qué se me da bien? Te preguntas. La
desconfianza. Recuerdos de miradas y la duda en los ojos de los demás. Reflejo
de tu propia duda. Cuántas cosas sigues haciendo para los demás. Eso se va a
acabar. Esto lo has oído antes. Hostias en tu cabeza. Acabar de atender a las
expectativas de los demás. Que se vayan a tomar por culo. Tus miedos. Miedo al
fracaso social, miedo a perder lo que tienes. Eres como el vagabundo que se
aferra a su manta vieja, roñosa. No tienes una mierda pero tienes miedo a perderlo.
Y cuando te lanzas a hacer, a procurarte diversión, compañeros, lazos
profesionales te persigue la sombra de la desconfianza. Ni tú mismo te fías de tus
buenas intenciones, y eso que no te propones hacer dinero. Quizás hacer dinero
a costa de los demás sea más honrado te dices. Quien busca dinero no busca
amor, no exige amistad o compañerismo, esas son cosas más caras-raras que el
dinero. Y tú buscas cariño o atención, ni siquiera distingues y tampoco sabes
si lo exiges o solo lo buscas, pero te avergüenzas y eso se te nota, y apesta a los
demás. Quizás porque mendigas compañía, porque no eres capaz de estar solo.
Quizás esa sea tu lucha, aceptar la soledad, el miedo a la soledad, el miedo al
aguijón de la soledad. Quien percibe que no te aguantas sale huyendo, tú
también lo haces. Aun así aguantan los hijos de puta porque son curiosos o están igual de
desesperados que tú. Porque en realidad somos una especie de seres desesperados,
nadie nos quiere y nosotros los primeros. Nos conocemos demasiado bien, o no
nos conocemos en absoluto, cualquiera de las dos es el problema, o que en
general no hemos sido educados en el amor a lo feo de verdad, a lo deforme, a
la muerte emocional, a la desafección que gobierna la vida. Que le tenemos
miedo, mucho miedo.
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