Wednesday 22 January 2014

Depurar el lagrimal



Dos días con lágrimas asomando, fuck yeah, la primera vez en varios años. Sufres de estreñimiento emocional, todo menos fucking libertad sentimental, te provoca nauseas todo el decorado, todo está edulcorado, doctorado.

Con la sensación de huir del afecto y de arrastrarte por él al mismo tiempo. Necesidad afectiva brutal y desdén desorbitado, mundial. Yo mí me con porno. El paraíso: este bloqueo afectivo, la tentación de cagarte en dios a los cuatro vientos, de cagarte en tu propia vida ajena, en todas las expectativas que te colgaron. Que te colgaste. Que yacen podridas al pié del árbol del bien y del mal. Todas las mentiras. Aquellas en las que nunca has creído. La felicidad de las tardes de compras en el Corte Inglés, empujar el carrito por el Tontódromo, el amor ciego al trabajo. Y las que sí: La satisfacción profesional, la plenitud personal. La posibilidad de realizar tus sueños. El bálsamo de la cultura y una mierda. La paz en domingo y la pareja y una mierda. 

La desconfianza caníbal y la podredumbre del pueblo que somos todos. La sociedad, desconfianza. El gremio, desconfianza. La familia, desconfianza. La pareja, desconfianza. Tú, desconfianza. Tu única confianza, en la desconfianza.  

El paraíso, dulce mentira: que todo está bien. Estreñimiento emocional: se te fríe el cerebro porque aprendiste a no llorar. Desaprender la basura o que te estalle la puta cabeza. Cagarte en todo con satisfacción. Hay que decir más hijo de puta. Cagarte en todo con alegría. Cagarte en facebook y en las vomitivas redes sociales que alimentan esta versión estéril de la vida, afectada, happy. No te gusta. Te disgusta. Te angustia. Te fríe el cerebro. Descargas eléctricas en el cerebro, quemaduras de las que dejan huella. 

Eres torpe para la vida en pareja. Torpe para el contacto humano. Sudas de solo pensarlo. ¿Qué se me da bien? Te preguntas. La desconfianza. Recuerdos de miradas y la duda en los ojos de los demás. Reflejo de tu propia duda. Cuántas cosas sigues haciendo para los demás. Eso se va a acabar. Esto lo has oído antes. Hostias en tu cabeza. Acabar de atender a las expectativas de los demás. Que se vayan a tomar por culo. Tus miedos. Miedo al fracaso social, miedo a perder lo que tienes. Eres como el vagabundo que se aferra a su manta vieja, roñosa. No tienes una mierda pero tienes miedo a perderlo. Y cuando te lanzas a hacer, a procurarte diversión, compañeros, lazos profesionales te persigue la sombra de la desconfianza. Ni tú mismo te fías de tus buenas intenciones, y eso que no te propones hacer dinero. Quizás hacer dinero a costa de los demás sea más honrado te dices. Quien busca dinero no busca amor, no exige amistad o compañerismo, esas son cosas más caras-raras que el dinero. Y tú buscas cariño o atención, ni siquiera distingues y tampoco sabes si lo exiges o solo lo buscas, pero te avergüenzas y eso se te nota, y apesta a los demás. Quizás porque mendigas compañía, porque no eres capaz de estar solo. Quizás esa sea tu lucha, aceptar la soledad, el miedo a la soledad, el miedo al aguijón de la soledad. Quien percibe que no te aguantas sale huyendo, tú también lo haces. Aun así aguantan los hijos de puta porque son curiosos o están igual de desesperados que tú. Porque en realidad somos una especie de seres desesperados, nadie nos quiere y nosotros los primeros. Nos conocemos demasiado bien, o no nos conocemos en absoluto, cualquiera de las dos es el problema, o que en general no hemos sido educados en el amor a lo feo de verdad, a lo deforme, a la muerte emocional, a la desafección que gobierna la vida. Que le tenemos miedo, mucho miedo.

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