Wednesday, 15 August 2012

Y se hizo la Lodz

De Wroclaw a Lodz. 2'5 horas de espera en la cuneta. Tres camiones y una furgoneta pirata. 5 horas de viaje y 211 kilómetros (en Polonia solo hay 4 autovías). Estos datos resumen mi viaje iniciático como autoestopista.

Llegar a Lodz. Desembarcar de la furgo y ser arrojado al mundo inténsamente realista de Manufactura. Entonces el mayor complejo de la industria textil de la ciudad. Ruinas hasta hace dos días. Hoy el mayor centro comercial de la tercera ciudad en tamaño de Polonia. Como poner la televisión después de haber estado todo el día leyendo a los rusos.

Tengo la sensación de haber viajado durante días y de haberme deslizado fugázmente por las cuatro estaciones. De haberme zambullido en un río de asfalto y de haberme dejado arrastrar durante días por las corrientes. Pero no es una ilusión. Tengo la ropa y el pelo empapados. Ah sí, ya recuerdo: alguien me ha traído hasta aquí. Los marineros. Los camioneros. La última esperanza del auto-stop.

Ryszard te recoge aunque sea para hacer 50 km. Te dices que por algo hay que empezar y subes. Lo que no sabes es que si subes a un camión tienes media Odisea al alcance de la mano. Y que ya no depende de ti. Que quizás nunca dependió de ti. Y ahora comprendes que ese era el atractivo. Ponerte en manos del otro. El reto es confiar y exhalar cuando llegue el momento del salto.

Antes de los 50 km prometidos saltas porque hay un camión que viene por detrás y tienes que cogerlo. El relevo. Con Radek apenas nos podemos comunicar. Apenas evoluciona la relación más allá de los olfateos preliminares. Al cabo consigue explicarme que ahora vamos camino de Varsovia. Que me estoy desviando de mi ruta. Parece preocuparse, yo me encojo de hombros, no me queda otra. Ellos sabrán, yo estoy entregado y me va pero que muy bien. Llamadas de radio y al rato vuelvo a cambiar de embarcación. De sus conversaciones por radio no entiendo nada más que 'español' y 'lodz' y así voy pasando de manos o más bien de cabina en cabina. Pero los marineros también descansan, finalmente llegamos a Zdunska Wola, mi chófer viene de Alemania y tiene ganas de llegar a casa. Pone el grito en el cielo: ¡It's holidays and I'm working, curva!

En una redonda de ese pueblo impronunciable quedas varado bajo un cielo ténue y un chispeo amenazante. La tarde va languideciendo por efecto de las nubes que cubren el cielo e intuyes que no te queda mucho tiempo hasta que se haga de noche. Lodz a tan solo 40km. Caras de intensa indiferencia cuando no de desaprobación entre los que pasan. El cansancio trabaja para todos a estas horas y no tiene sentido forzar una sonrisa bajo la lluvia. De nuevo es cuestión de vencer al tiempo. Al rato llegan Bartek y Alex en su furgoneta pirata. Carretera y rock and roll. Parada estratégica en un fish and chips polaco a la orilla de la carretera.

Al fin entrada en Lodz.

Tan difícil de imaginar. Llevo semanas invocando quimeras sobre cómo será mi llegada a esta ciudad. Ese encuentro improbable. El rastro que sigo es difícil de narrar. En estas circunstancias mejor adoptar un enfoque grotowskiano. Don't try to understand above the line. Search what lies underneath.

Hay un placer reservado para aquellos que no visitan las principales ciudades del país, ni se asoman a sus museos o sus visitas guiadas. El placer de llegar a un lugar del que no te han hablado, del que nadie habla y sin embargo, sin saber los motivos, posee un atractivo enorme para ti. El placer de saber que te esperan aunque no te conocen.

Entrar a Lodz,
aterrizar en otra época.
Nuestra incursión por el sur.,
la ciudad hecha pedazos.
La pintura escamas plegadas.
El vapuleo del tiempo.
Las fachadas que acumulan suciedad.
La ciudad acumulada en las fachadas.

Los edificios susurran una historia desarticulada e incomprensible.
Las calles gritan: ¡hágase la distopia!

Wikisource: De ser tan solo un pequeño asentamiento de 800 personas en el siglo XVI a convertirse en importante ciudad de Prusia. Luego el mayor centro de producción textil del imperio ruso en los años 20 del siglo XIX. Centro del movimiento socialista a principios del XX. Metrópolis y ejemplo de convivencia entre rusos, alemanes, polacos y judíos. Centro de exterminio de judíos, gitanos y polacos bajo ocupación nazi.

Atrás queda ese espectro. Estoy en Manufactura. aquí todo parece transcurrir al ritmo hiper normal de un centro comercial cualquiera en Europa. Me tiembla la mandíbula. Experimento un pequeño brote de ansiedad. Estoy en un lugar desconocido y soy un perfecto anónimo sin ningún punto de referencia. Importante no olvidarse de exhalar en estos momentos. Es miércoles de la Asunción y los polacos disfrutan de este día de vacaciones. Manufactura es un gran complejo de pabellones industriales con zonas de esparcimiento entre los mismos. Deambulo sin norte. He llamado a Konrad pero tiene el teléfono apagado. Casi lo prefiero así, necesito volver en mí. O quizás no. 


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