Como estar esperando a que caiga polvo estelar de un cometa aberrante, desviado. Acumular posos milagrosos que quedan de los días, de miradas que son puro potencial. Pupilas en las que proyectar todas las noches en vela; restos de satisfacción mutada en necesidad de conformar una imagen, de cristalizar un momento en que ser feliz aunque no te des cuenta.
Desvelo de cama puntuado con palpitaciones recién reconocidas. Desvelo interrumpido por horas demasiadas en las que justificar tiempo abundante con encuentros vanos que apenas sostienen las agujas.
Abrir puertas y dejar que entre el flujo opaco que recorre los días del ansia. El ansia como juego inesperado. La ilusión de ser, entretenerse en relatos inventados sobre la marcha. Desvaríos inconsistentes que desaparecerán sin la nostalgia de manual. Como libros quemados antes de que nadie los escriba.
Los meses previos a una gran guerra, volver a entregarse al enigma de las preocupaciones materiales, reducir el campo, equilibrismo de patera.
Borrar lo que uno escribe antes de que alguien lo lea, ese imperceptible pudor que queda para uno. El rubor hacia sí mismo, sorprenderte volviendo a los patios frecuentados y repudiarte por hacerlo. O bien escribir hacia adelante y despejar las dudas como hacen los gobiernos, sin mucha convicción, de pura vergüenza. El sentido opresivo de que se obedece a una voz mayor, una voz hegeliana que observa y corrige, que depura sin desprecio ni remilgos, con puro estatus.
Explicarse continuamente a uno mismo, saber que ese no es el camino hegeliano.
Lanzar nombres que den respeto.
Escribir para un lector imaginario en un país frío. Escribir para alguien que no conoces pero que visita tus impurezas desde un cottage nórdico, o por lo menos de Ikea. De soltar las reglas. Las reglas de soltar. Ingeniar una voz que despierte una esperanza en algún sitio, poner tornillos al tran tran y rezar un par de ave marías. Algo por lo que valga la pena soltar 300 segundos. Auto referencia del autor. La Idea buscando expresión.
La fe de creer que la gente es buena por naturaleza me parece que vale más la pena. 'Merecer la pena' como estándar de medida, cultura del esfuerzo y la utilidad.
Anton Adasinsky se aisla del mundo de los hombres a los que afirma amar. Amar desde la distancia. Amar de forma ideal y sin contacto. Amar como idea. Construir un retablo que exprese el amor es algo que no se puede hacer entre los hombres y las mujeres. Alejarse.
Yo no sé huir de los halagos. A mí me conmueven, y de vez en cuando lo admito en público. Hago de los halagos mi chocolate. Me descubro preguntando '¿entonces te gustó?' justo después de que lo hayan dicho. Necesidad de repetición. En la reproducción está el gusto.
Encallar en un sentimiento que por efímero nunca es suficiente. Intentar seducir al rara avis del amor para que se aproxime y repose un rato a tu lado. No consta en los anales un tiempo tal que dure tanto que puedas agarrarte a él. Está prohibido. El amor intangible. Carece de tacto, no lo tienen en terciopelo. Por eso hay que navegar a ciegas, maniatado y amordazado, escuchar a las sirenas cantar y comprobar como aleja el viento los cantos. Abordar la acción como renuncia de ser y tener. Entregarse a los contratiempos y al espejismo del fracaso como la fuente última de riqueza, recóndita y secreta.
Friday, 12 December 2014
Sunday, 3 August 2014
"La playa" o "Del desdén por la pequeña mierda"
Dejas de leer. O de hacer como que lees. O de buscar tetas
todavía mejores. Entonces observas cómo se van. Como los rapta la prisa y se
los lleva en vuelo. Cómo ya ni pisan la arena. Se alejan elevados. Un par de
palmos. Acostado vigilas su mierda sobre la arena. Se la llevan casi toda. Los
últimos del grupo. Los más tontos, los pardillos, los insultados. Y claro, algo
se dejan. Te quema la humanidad. No hay crema ni factor para ese rayo. Se quieren
fugar. Se afanan los ninguneados. Les fustiga el orgullo. Sus líderes se alejan
suspendidos en el aire. Son también nuestros líderes. Y estos capullos aún con
los pies en la tierra. Igual que nosotros. Empleados de la limpieza.
Descastados. Heridos en el orgullo. Limpiar nos da asco en esta tierra. Hasta
limpiarnos nos produce arcadas. La limpieza dada la vuelta de tortilla.
Mimetizada con su némesis. Mierda. Ahí se van. Dejan pegotitos. Una pelotita de
aluminio que a quién. Por un vasito yo no he sido ¿Por quiénes nos habrán
tomado? La plenitud invariablemente más allá. Al ocaso de esta parranda se le
solapa otra en sus albores. Siempre vamos tarde. En mi piso se limpiaba el
domingo. Hasta que llegó el revolucionario sistema de semanas marcianas.
Semanas que discurren de martes a martes. Desde entonces en mi casa se limpia
el miércoles y arrastramos una semana de retraso. Una semana que le hemos sisado
a la vida. Una limpieza que nos hemos sacudido del batín. La vida nos presta
obstáculos a la obligación. Un deseo. Un celebrar nada. Algo más urgente como
mirar facebook. Ir a mercadona. Hacerse una cola frente al espejo. Darse una
paja. Consumir algo. Algo que valga la pena. Rellenar el hueco. Siempre ésta
angustia certera de que si aceptamos la limpieza como algo inevitable, la
verdad podría ser esta: la vida se reduce a cagar y limpiarse el culo. Y mira
por donde, algunos apreciamos la costrilla. La fricción secreta. El desconchado
que se revela en el calzoncillo. Meterse la mano en la raja. Olerse. ¡Así huelo
yo, mierda! Oler a mierda y que huela bien. ¿A quién no le gusta inventar utopías?
Infinito partido por infinito. Miedo a la limpieza. Miedo al vacío. Miedo a la
nada. La búsqueda neurótica de algo sólido. Qué dé sentido. Por Dios que sea
ligero. Las nieves perpetuas del abismo son marrones. La vida es vacío lleno de
mierda. El antiquísimo drama. Nacer. Llorar. Patalear. Y al fin cagar. La
primera sonrisa. El artista que todos llevamos dentro. Toda la vida intentando
superar esa verdad que pesa sobre nuestra obra. Sobrevalorada. Cagamos.
Intentamos cagar mucha mierda. O al menos una mierda que huela bien. Que les
huela bien a los demás. Joder, ese pedo no olía mal, ¿o qué? Sí, sí, ha sonado.
¿Pero a que no olía mal? El triunfo de la música. La vida es huir del vacío.
Vacío. Cagar en el vacío y salir volando. Elevado. Encontrar otro vacío. Cagar.
Olvidarlo. No hay que perder el tiempo limpiando. Movernos
hacia adelante. Comer más. Comer mejor. Beber más exquisito. Viajar más rápido.
Ignorar al vacío. Desdeñar el hueco. Don’t mind the gap. Y un día te caes por
la grieta. Y lloras. Si todavía puedes. Un día te miras al espejo vacío. Y no
te ves. No hay nada excepto una imagen hueca que te devuelve el eco de tu
mirada inexistente. Vacía. Eres un cero. Lloras. Si todavía puedes. Piensas en
toda la mierda que has dejado en el mundo. Quisieras volver y limpiar. No comer
tanto. Ser menos. Cagar menos. Limpiar más. Ya no te ríes de la ecuatoriana de
tu abuela. Ahora quisieras haber limpiado el culo de unos cuantos viejos. Te
sentirías mejor. Pero no hay tiempo. Te elevas. Pero no. No vas al cielo. Vas a
caer en un montón de mierda. Vuelves al recuerdo de tu abuela. Piensas en
el Cristo. ¿Cagaba Jesús? ¿Se habría cagado en la cruz? ¿Se habría cagado en Dios? Etc. Etc. Nadie habla
ya de eso. Te ríes nervioso. Por qué todas las historias necesitan de un final
dramático te preguntas. Te elevas. Te elevas y en un momento ya no más. Tampoco
bajas. Es solo un instante. Apenas perceptible. Ya bajas. Quisieras haber
permanecido ahí. En ese impass efímero
e inefable. Infinito. Vacío. Ya no es posible. Te dices que la vida es hermosa.
Estás deseando ser gozosa bacteria otra vez.
Tuesday, 29 April 2014
La mañana se cuela con cautela
La mañana se cuela con cautela a
lomos de una noche que regatea permisos, compromisos y abandonos.
La mañana se cuela con cautela y
tú me cuentas de qué están hechas las señales antiguas que hablan desde tu piel.
La mañana se cuela con cautela y
tú te acomodas en el sillón de las estrellas al tiempo que me despides a golpe de
mentón y jarana.
La mañana se cuela con cautela y
hay que ponerse sombrero para que no deslumbren nuestros ojos las estatuas del
poder que pueblan estas calles.
La mañana se cuela con cautela, y
al amanecer un derroche de compadreo entre los que van de orilla a orilla: el melancólico, el alegre y
el moderado se piropean.
Está también la Luna escuchando a
la Estrella del Alba que le confiesa su soledad de mujer iniciada.
La mañana se cuela con cautela pero antes encenderemos un
fuego y a él sin dudarlo le ofrendaremos aquello que nos estorba.
La mañana se cuela con cautela y
ahuyenta los escalofríos, los cubre de lana y los sobetea.
La mañana se cuela con cautela y
yo en la casa de al lado espero que salgas a dar un paseo, que de camino tus
ojos vayan a parar a mi puerta.
La mañana se cuela con cautela y
tú aún no has vuelto, te retienen aquellos pactos con un viejo amigo al que ya
no le sigo la estela.
La mañana se cuela con cautela y
callando sabemos que el crepúsculo puede servirnos de tregua.
Friday, 24 January 2014
Depurar el lagrimal 2
A ti nadie te gasta bromas. Será porque piensan que eres
gilipollas. Que no comprendes o no quieres comprender. Que si se cachondean te destruyen o
bien da igual porque no te vas a enterar. Es verdad, no entiendes el humor, no
estás capacitado, tu cerebro va siempre apresurado, 1.5 segundos por detrás de la ironía. A ti más bien te va la vara, el canto de la cabra, decirte que estas
podrido. Alguien (¿quién?) te enseñó que hay un placer libre, una voluptuosidad, que
hay belleza en el dolor. Una alegría de haber encontrado enfoque cuando todo lo
demás es paisaje de bruma, inconcreto, difuminado. El dolor y sus verdades. ¿Qué
mundo es este desde el que solo puedes expresarte a través del dolor? ¿Qué te
impide cantarle a la vida? Tú puto superego al contrataque. Neuronas a la
gresca. La ansiedad por tener que mirar el mundo con ojos alegres y la mentira elegante
de ser una persona comprensiva. Educación en paños calientes. Que mala que es
la violencia. Sobre todo si se esconde. Sobre todo si es un tabú. El paraíso es
eso, las muelas partidas de pura represión. El estreñimiento emocional y fecal.
El miedo a la mierda. Hay niños que sufren y portan cicatrices toda la vida,
recordatorio del dolor. Las tuyas están cosidas o van escondidas en el
dobladillo de la piel. Aislado como un Siddhartha en su adosado divino de la
muerte. Tú vivías en una happy family. Tus amigos se burlaban, y tú pensabas
que te tenían envidia. Apuntaban certeros a la hipocresía. Y tú lo negabas. Tú
familia es hipócrita. Duele. Has sido príncipe orgulloso y por dentro te has
vanagloriado al visitar las familias de otros, al ver sus fracturas. En tu casa
se cotillea, se fagocita con placer exceso lo ajeno. Tu casa es un palacio de
pan de oro que aunque disimule huele a iglesia y superavit de cosas buenas. ¿Dónde
están las calamidades? Solo hay decoro y buen gusto. Respeto a las tradiciones
y al rito cristiano, castizo. En tu casa no hay dolor ni cosas feas. Obsesión
por lo calmo, obsesión por la clase media, por el gusto medio. Afán de medianía.
No te signifiques más que en aquello que toca. No ventiles tu opinión. Te dan
brotes de ira mi niño. A ti de pequeño te pusieron bajo un puto sistema de
apaciguamiento a base de pastillas. Se te iba el quico. Intolerable. Hoy tienes
miedo a armarla gorda. Te agravian los cojones y tú te callas. Tu ira en los molares.
Tu ira contra esa idea de que no hay que levantarle la voz al mundo, esa forma
de ser mojigato, ese miedo a que las cosas se rompan. Esa obsesión con pedir
permiso, con trazar la línea perfecta, con cuadrar la sílaba y el metro. Necesitas
pelear. Necesitas darte de hostias verbales o físicas. Necesitas soltar amarras,
hermano. Menuda mierda de belleza frígida, me dices. De existencia de la tensa
calma, del estar de uñas, al borde siempre del estallido. Así te ahogas en el
trabajo, mejor eso que el silencio. Te duele la soledad. Te duele el silencio,
mi niño. Tienes estreñimiento emocional y esas lágrimas no se atreven a saltar.
Wednesday, 22 January 2014
Depurar el lagrimal
Dos días con lágrimas asomando, fuck yeah, la primera vez en
varios años. Sufres de estreñimiento emocional, todo menos fucking libertad
sentimental, te provoca nauseas todo el decorado, todo está edulcorado,
doctorado.
Con la sensación de huir del afecto y de arrastrarte por él
al mismo tiempo. Necesidad afectiva brutal y desdén desorbitado, mundial. Yo mí
me con porno. El paraíso: este bloqueo afectivo, la tentación de cagarte en dios
a los cuatro vientos, de cagarte en tu propia vida ajena, en todas las expectativas que te colgaron. Que te colgaste. Que yacen podridas al pié del árbol del bien y del mal. Todas las mentiras. Aquellas
en las que nunca has creído. La felicidad de las tardes de compras en el Corte
Inglés, empujar el carrito por el Tontódromo, el amor ciego al trabajo. Y las que sí: La satisfacción profesional, la plenitud personal. La posibilidad de realizar tus sueños. El bálsamo de la cultura y
una mierda. La paz en domingo y la pareja y una mierda.
La desconfianza caníbal y la podredumbre del pueblo que
somos todos. La sociedad, desconfianza. El gremio, desconfianza. La familia,
desconfianza. La pareja, desconfianza. Tú, desconfianza. Tu única confianza, en
la desconfianza.
El paraíso, dulce mentira: que todo está bien. Estreñimiento
emocional: se te fríe el cerebro porque aprendiste a no llorar. Desaprender la
basura o que te estalle la puta cabeza. Cagarte en todo con satisfacción. Hay que decir más hijo de puta. Cagarte en todo con alegría. Cagarte
en facebook y en las vomitivas redes sociales que alimentan esta versión
estéril de la vida, afectada, happy. No te gusta. Te disgusta. Te angustia. Te
fríe el cerebro. Descargas eléctricas en el cerebro, quemaduras de las que
dejan huella.
Eres torpe para la vida en pareja. Torpe para el contacto
humano. Sudas de solo pensarlo. ¿Qué se me da bien? Te preguntas. La
desconfianza. Recuerdos de miradas y la duda en los ojos de los demás. Reflejo
de tu propia duda. Cuántas cosas sigues haciendo para los demás. Eso se va a
acabar. Esto lo has oído antes. Hostias en tu cabeza. Acabar de atender a las
expectativas de los demás. Que se vayan a tomar por culo. Tus miedos. Miedo al
fracaso social, miedo a perder lo que tienes. Eres como el vagabundo que se
aferra a su manta vieja, roñosa. No tienes una mierda pero tienes miedo a perderlo.
Y cuando te lanzas a hacer, a procurarte diversión, compañeros, lazos
profesionales te persigue la sombra de la desconfianza. Ni tú mismo te fías de tus
buenas intenciones, y eso que no te propones hacer dinero. Quizás hacer dinero
a costa de los demás sea más honrado te dices. Quien busca dinero no busca
amor, no exige amistad o compañerismo, esas son cosas más caras-raras que el
dinero. Y tú buscas cariño o atención, ni siquiera distingues y tampoco sabes
si lo exiges o solo lo buscas, pero te avergüenzas y eso se te nota, y apesta a los
demás. Quizás porque mendigas compañía, porque no eres capaz de estar solo.
Quizás esa sea tu lucha, aceptar la soledad, el miedo a la soledad, el miedo al
aguijón de la soledad. Quien percibe que no te aguantas sale huyendo, tú
también lo haces. Aun así aguantan los hijos de puta porque son curiosos o están igual de
desesperados que tú. Porque en realidad somos una especie de seres desesperados,
nadie nos quiere y nosotros los primeros. Nos conocemos demasiado bien, o no
nos conocemos en absoluto, cualquiera de las dos es el problema, o que en
general no hemos sido educados en el amor a lo feo de verdad, a lo deforme, a
la muerte emocional, a la desafección que gobierna la vida. Que le tenemos
miedo, mucho miedo.
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